Como un vicio eterno es el tiempo parte III


El pasado nos persigue o perseguimos al pasado en nuestros intentos furtivos de creernos renovados y nuevos…como si cada mañana saliera un nuevo sol; como si no respirásemos el mismo aire corrupto de ayer… En estos andares ociosos siempre te tropiezas con la misma piedra y dices: “El pasado me persigue” a tal punto que hasta la emoción más nueva te parece un Deja Vú de momentos inconclusos… no sabes cómo pero de alguna forma sí sabes como termina la historia aunque nunca la hayas vivido.

¿Es acaso que el pasado es un cazador solitario que se niega a la muerte, así como un anciano se rehúsa a la vejez y a la inutilidad? El futuro es tan incierto, el presente es tan corto y en cambio el pasado es seguro, así como también es seguro que de vivir en él el presente mismo se aniquila junto a cualquier esperanza de futuro.

Es mejor ser entonces como el ave que canta en el alfeizar cada mañana, sin memoria de lo eterno, solo sintiendo el placer de la existencia mientras ésta dure; con la inocencia que sólo tiene aquel que es fiel a su esencia… simplemente cada día es nuevo y cada canto es único.

Ver el mundo todos los días como si lo vieras por primera vez; perder el lastre de pasados dolores y pesares y también la carga de que el presente tenga de alguna forma que superar los éxitos y glorias de antaño… no preocuparse por superar al ayer sino por superar el hoy; que el ayer solo sirva de referencia personal e íntima como una cuadricula de eventos establecidos que formaron un carácter y una personalidad; una guía de referencias sobre probabilidades más nunca como leyes de vida para el futuro…

Aquello a lo que se llama equilibrio, orden y paz nada fácil de alcanzar pero que en su búsqueda te dejan momentos provechosos aunque esas sensaciones duren lo que dura una voluta de humo en el viento… una vida en un segundo y una eternidad sin tiempo.

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